La característica principal del trastorno de angustia es la presencia de crisis de angustia o ataques de pánico que se producen de forma inesperada a lo largo del tiempo.

El ataque de pánico es el síndrome principal del trastorno de angustia y se caracteriza por una fuerte sensación de miedo o malestar que viene acompañado de una serie de síntomas a nivel corporal y cognitivo.

 

Síntomas de la crisis de angustia

Los síntomas de una crisis de angustia pueden variar mucho de una persona a otra. Sin embargo de forma general podemos resaltar los siguientes síntomas como los más comunes dentro de este trastorno:

  • Sudoración
  • Mareos
  • Miedo a morir
  • Palpitaciones
  • Inseguridad
  • Llanto
  • Sensación de dificultad para respirar
  • Náuseas
  • Escalofríos
  • Miedo a perder el control o «volverse loco»

También es necesario puntualizar que no todas las personas manifiestan los mismos síntomas. Hay personas que tienden a mostrar síntomas más relacionados con la respiración (hiperventilación o sensación de ahogo) mientras que otras personas muestran síntomas más cognitivos como el miedo a volverse loco o la despersonalización.

 

El importante papel del miedo en las crisis de angustia

Una de las principales características del trastorno de angustia o ataque de pánico es la gran importancia que adquiere el miedo en el mantenimiento de este problema.

El miedo es una emoción adaptativa que nos ayuda a proteger nuestra integridad física ante un peligro externo. Sin embargo en el trastorno de angustia esa causa externa no existe y la persona que lo sufre ha aprendido a tener miedo de sus propias sensaciones corporales. 

A partir de aquí el mecanismo está claro: las propias sensaciones corporales de miedo (palpitaciones, sudoración, etc.) generan más miedo en la persona, lo cual incrementa la magnitud de esas sensaciones contribuyendo a un círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo.

Además, el caracter imprevisto e inesperado de estos ataques hace que la persona esté siempre «alerta» ante cualquier posible síntoma que actúe como disparador de un nuevo ataque. Y precisamente es este «estado de alerta» y activación el que contribuye a que se produzcan nuevas crisis.

La mayoría de los pacientes están convencidos del carácter impredecible de un nuevo ataque. Sin embargo, en realidad muchos de estos episodios sí que están relacionados con alguna situación previa que sí se puede identificar. Como ejemplo podemos señalar cambios en la temperatura de un lugar, la realización de ejercicio físico o tener relaciones sexuales, estrés, etc.

Podemos ver que muchas de estas situaciones producen un cambio en nuestra temperatura, nuestra sudoración o nuestro ritmo cardíaco. Todo ello es perfectamente normal. Sin embargo una persona con un trastorno de pánico puede cometer el error de vincular y asociar estas sensaciones (perfectamente normales, sanas y adaptativas) con el inicio de un nuevo ataque de pánico.

 

La sensibilidad a la ansiedad

Históricamente este problema se ha intentado explicar a partir de las sensaciones corporales siguiendo un modelo más biológico, es decir, más centrado en el cuerpo.

Sin embargo con el paso de los años se ha comprobado que esta explicación no es suficiente y hay que atender también a aspectos psicológicos y cognitivos para explicar el origen y mantenimiento de este problema.

En este sentido adquiere especial importancia la llamada «sensibilidad a la ansiedad» o «miedo al miedo». La sensibilidad a la ansiedad se define como la creencia de que la ansiedad y los síntomas que tiene asociados (palpitaciones, sudoración, sequedad de boca, etc.) pueden generar consecuencias muy graves y peligrosas más allá del malestar momentaneo que llevan consigo.

 

Tratamiento para el trastorno de angustia

La terapia cognitivo-conductual se considera el tratamiento más adecuado y que mejores resultados ofrece para el trastorno de angustia.

Dentro de este tratamiento podemos encontrar un programa que alterne las siguientes estrategias:

Educación: Es necesario educar al paciente para que comprenda los factores que hacen que su problema se mantenga y se perpetue. De esta manera se corrigen las ideas equivocadas que tiene sobre los síntomas del pánico y su peligrosidad.

Entrenamiento en respiración: Un porcentaje importante de pacientes con trastorno de angustia tienen síntomas de hiperventilación. Por esta razón es tan importante realizar un entrenamiento en respiración que ayude al paciente a evitar las hiperventilaciones cuando se produzca una nueva crisis.

Relajación aplicada: Mediante el entrenamiento en relajación se pretende que el paciente se autoaplique estas técnicas al detectar señales de ansiedad que pueden actuar como disparadoras de un nuevo ataque.

Exposición en vivo: Se trata de exponer al paciente a los estímulos o ambientes que suelen generar ansiedad con el objetivo de que no realice ninguno de los comportamientos de huida o evitación habituales. Es importante que esta exposición se realice de forma gradual y progresiva para que el paciente pueda tolerarla.

Exposición interoceptiva: Como comentábamos anteriormente, las propias sensaciones corporales pueden actuar como disparadoras de un nuevo ataque. Mediante la exposición interoceptiva se pretenden simular los síntomas de un ataque de pánico con el objetivo de que el paciente se habitúe a estas sensaciones y deje de tenerles miedo.