En este artículo te muestro un ejercicio para fortalecer a tu niño anterior, al niño que fuiste y que está aún en tí.Tu historia de aprendizajes condiciona lo que piensas, sientes y haces, y establece la manera de relacionarte contigo, con los demás y con aquello que te sucede.
Es en tu infancia donde se asientan los esquemas y creencias que conforman la definición que tienes de ti y de cómo ves el mundo. Desde tu infancia se desarrolla lo que llamamos “la personalidad”, que de una forma somera no es más que tu manera particular de expresar tus sentimientos, pensamientos y comportamientos.
De niños absorbemos y aprendemos de todo lo que nos rodea. Interiorizamos sin cuestionar todos los mensajes que nos llegan de nuestros padres, profesores, familiares; tampoco dudamos de las conclusiones a las que llegamos sobre las circunstancias que vivimos.
Estos aprendizajes se integran en nosotras y nosotros, nos acompañan en nuestro crecimiento y forman parte nuestra manera de vernos y de ver el mundo.
Interiorizadas estas enseñanzas y las consideramos como verdades absolutas. Estas creencias, que provienen de nuestro niño interior, ya de adultos caminan junto a nosotras convertidas en axiomas que guían, y a veces, encadenan nuestra conducta.
Si en tu infancia sentiste abandono, crítica, control, sobreprotección… si sentiste que te hirieron emocionalmente, muy posiblemente este dolor te está influyendo ahora en tu manera de verte y en la forma de afrontar las adversidades en tu vida adulta.
El niño o la niña que fuiste está en ti, y si no sanaste el miedo, la ira, la tristeza, el dolor o las frustraciones pasadas muy probablemente estén obstaculizando la mirada con la que ahora percibes tu mundo.
¿Te animas a reformular y cuestionar estos “dogmas” para evitar reaccionar en el presente por heridas o situaciones que ocurrieron en el pasado? Aquí te dejo un ejercicio muy sencillo pero muy util para fortalecer al niño que fuiste, a «tu niño anterior».
Refresca tu pasado
Recuerda tu infancia, visualiza cómo era tu casa, tu colegio, tu lugar de vacaciones, los juegos a los que jugabas, tus amigas y amigos…
Sitúate en una época de tu vida anterior, en un momento complicado, en el que sufriste o no eras feliz, y pregunta al niño o a la niña que fuiste qué siente, qué piensa, qué necesita. ¿Cómo te miraría ese niño? ¿Cómo te hablaría? ¿Qué te diría? Ahora ofrécele tu amabilidad y respeto y acógelo con la misma ternura que darías a un amigo al que sintieras sufrir en ese momento ¿Puedes brindarte tu amistad cuando más lo necesitas?
Localiza ahora recuerdos en los que estabas feliz, situaciones en las que confiabas en ti, en las que te sentías con fuerzas. Abraza este antiguo recuerdo y visualízate fuerte, alegre, con seguridad y con confianza. Estos momentos también los viviste y forman parte de ti; escoge estos recuerdos como las imágenes que te representan porque son desde donde sientes tu energía y ejerces autonomía como adulto.
Y en tu ahora
Acepta tu fragilidad. No siempre puedes con todo, ni tan siquiera tienes la obligación de hacerlo. No asumas responsabilidades si sientes que en ese momento te superan. Pide ayuda si es esa tu necesidad y permítete descubrir la calidez de las personas que están junto a ti.
Si no consigues tus propósitos, inténtalo de nuevo. Como cuando estabas aprendiendo a montar en bicicleta, como cuando te caías y te volvías a levantar. Como cuando repetías aquél salto con el que querías llegar más lejos.
¿Qué podrías lograr después de fortalecer a tu niño anterior?