Todas las personas, a lo largo de los tiempos, han querido alcanzar la felicidad. Sueño difícil y escurridizo de alcanzar debido, en muchas ocasiones, a que nos convertimos nosotras/os en nuestro principal obstáculo para lograrlo, a causa de nuestras creencias erróneas sobre el concepto de felicidad.

Creencias erróneas sobre la felicidad que nos alejan de ella


Hay personas que piensan que “se puede conseguir y dura para toda la vida”. La felicidad no es una posesión, no es una meta que una vez lograda permanece para siempre; quienes piensan así suelen pasar al extremo opuesto y perder el sentido de la vida.
Otras personas creen que “no existe”, y por lo tanto no la perciben… aunque tengan todo lo necesario para sentirse felices.
Hay que opinan que “sólo existen momentos felices”; estas personas suelen tener una actitud pasiva. La disfrutan, pero como piensan que durará poco, no hacen nada para conservarla.

¿Definimos la felicidad?

Es un estado de satisfacción interior que puede ser más o menos estable a lo largo del tiempo. No es una meta, sino un camino que nos comprometemos a emprender. Es un viaje y por tanto una decisión personal.

¿Existe una ruta hacia la felicidad?

Sí. El billete para este fantástico viaje se lo debemos a Viktor Frankl, catedrático de Neurología y Psiquiatría, doctor en Medicina y Filosofía por la Universidad de Viena.

Interno durante tres años en Auschwitz, Dachau y otros campos de concentración. Nos dio la llave maestra cuando, tras sentir y compartir el profundo horror del sufrimiento personal y ajeno, depositó en nosotros gran parte de la responsabilidad:

“Entre el estímulo y la respuesta existe un espacio. En este espacio radica nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad”. Viktor Frankl.

¿Qué incluyo en mi equipaje hacia la felicidad?

Decide ser feliz.

Los mayores objetivos los logramos cuando tomamos una decisión consciente y nos comprometemos con ella. No hace falta saber inicialmente el por qué ni el cómo llegaremos a nuestra meta, ya que cuando estamos motivados y comenzamos a andar vamos encontrando las herramientas a lo largo de nuestro camino.

Sé optimista. 

Observa los colores del mundo. Aprecia todos los matices de las situaciones, de las personas, de todo lo que te rodea. No se trata de creer en un optimismo ingenuo, sino simplemente de percibir que entre el blanco y el negro existen una infinidad de colores.

Agradece.

La gratitud es una de las claves para ser feliz: el secreto consiste en reconocer las cosas buenas de la vida. Implica una amplitud de conciencia sobre nosotras/os mismas/os y lo que nos rodea; nos enseña a centrarnos en lo que tenemos en lugar de quejarnos por lo que no tenemos.

Deja de excusarte.

Hay accidentes, enfermedades, crisis, etc., que ponen a prueba nuestra capacidad de resiliencia. Mil excusas para ser infelices pero, sólo una buena razón para ser feliz.

En pocas ocasiones se darán las “circunstancias ideales” para que puedas hacer las cosas que quieres. Puede que cuando quieras ya no tengas tiempo.

Vive aquí y ahora.

Lo único que en realidad poseemos es nuestro presente: la culpa y las recriminaciones vienen del pasado; la incertidumbre y las preocupaciones nos proyectan hacia el futuro.

No permitas que tu vida se escape viviendo en un tiempo inexistente. Es posible cambiar ese hábito mental. El centrarte en el aquí y el ahora te permitirá obtener el máximo provecho de aquello que estés haciendo.

Haz lo que quieres y quiere lo que haces. 

Sumergirte en lo que estés haciendo te permite olvidarte de ti misma /o y de tus preocupaciones. Es como si se difuminase todo lo de tu alrededor. Déjate estar presente. Con lo que ahora estés haciendo, sin estrés, sin tensión.

Cambia siempre que sea necesario

Cuando somos jóvenes forjamos ilusiones y proyectos, pero tiempo después a veces estas ilusiones cambian. Algunas personas se ven atrapadas en una vida que no les satisface, dejándose vencer por los obstáculos y los convencionalismos sociales.

No se permiten vivir su presente de manera íntegra con sus deseos y necesidades actuales. Como resultado, la queja se convierte en una compañera de viaje permanente.

Estas personas se han construido su propia cárcel y piensan que los barrotes son reales, se mantienen atadas a un lugar o a una situación que no les gusta porque piensan que no hay otra solución.

Comprométete con tu cambio. No tienes por qué conformarte con una vida que no te satisface. Intenta hacer algo por mejorar. Aferrarse al pasado, a una zona de confort artificial, sólo sirve para hacernos daño.

Suelta lastre.

 Uno de los principales problemas de la sociedad actual es que ha fomentado una confusión entre la “necesidad” y el “deseo”. De esta forma se ha alentado un consumismo desenfrenado que nos hace correr detrás de cosas que no necesitamos.

Al correr nos estresamos y no logramos disfrutar de la vida. Nos aferramos a las posesiones, como si formaran parte de nuestro “yo”. Igual hacemos con las emociones negativas, retenemos el resentimiento y la ira. Se acumulan y nos hacen daño.

Cultiva las relaciones. 

Las relaciones interpersonales son nuestra principal fuente de satisfacción pero, a la misma vez, son el principal foco de conflicto.

Esto se debe a que enfrentamos las relaciones de manera inadecuada: desarrollamos un apego inseguro, generamos expectativas irreales o asumimos máscaras sociales.

Piensa en las relaciones interpersonales como si fueran un huerto: hay plantas que merecen ser regadas y cuidadas cada día, mientras que otras, las malas hierbas, deben ser eliminadas.

Cuida las relaciones que realmente te merecen la pena y continua dándoles agua aunque se marchiten un poco, pero detecta a los vampiros emocionales y establece límites o aléjalos definitivamente de ti. Eres tú quien decide qué frutos quieres recoger.