El estrés es una palabra muy utilizada en los últimos años y que, en definitiva, consideramos algo negativo que es preferible no sentir. Sin embargo, un cierto nivel de estrés en determinadas situaciones nos puede hacer rendir de mejor forma o incluso puede llegar a salvarnos la vida.

El problema surge cuando este estrés se mantiene en el tiempo y se dispara de manera desproporcionada ante cualquier pequeño estímulo.

A pesar de lo que podríamos pensar a priori, el estrés no es exclusivo de los adultos, sino que también los niños y los adolescentes pueden llegar a sufrirlo. En este post vamos a profundizar en el concepto de estrés infantil y veremos las causas más comunes que suelen provocarlo.

 

¿Qué es el estrés infantil?

El estrés infantil se define como una serie de reacciones a nivel biológico y a nivel mental que se producen por situaciones que el niño no puede controlar y que alteran su equilibrio general. 

Aunque casi todos nosotros recordamos la etapa infantil como una parte muy bonita, tranquila y despreocupada de nuestras vidas (alejada del estresante mundo de preocupaciones de los adultos). Sin embargo, la realidad es que los niños también tienen que adaptarse de manera continua a nuevas situaciones que pueden convertirse en una fuente de estrés.

 

¿Cuáles son las causas más habituales del estrés infantil?

Hay una gran infinidad de situaciones que pueden provocar estrés en los más pequeños. Aquí es necesario puntualizar que la reacción infantil al estrés dependerá de los estímulos que estresen al niño, la percepción de esos estímulos y la capacidad de enfrentarse a ellos.

Una de las cosas que pueden generar un mayor estrés en los adultos es la falta de control ante una situación determinada. Esta falta de control es mucho más acusada en el caso de los niños ya que su vida se caracteriza precisamente por una constante falta de control en la que son los adultos (fundamentalmente los progenitores) los que ejercen el control sobre ellos.

Dicho esto, podemos destacar los siguientes ámbitos como aquellos más comunes que pueden desencadenar estrés infantil:

 

Ámbito familiar en el estrés infantil

Vivir una situación de maltrato.

Vivir el divorcio de los padres.

Cambio de domicilio y escuela por motivos laborales de los padres.

Problemas económicos en la familia.

Enfermedad grave de algún familiar.

La muerte de un ser querido.

Vivir en un vecindario o en un hogar inseguro.

 

Ámbito académico

Sacar malas notas.

Preocupación por las tareas escolares.

Tener una mala relación con los compañeros.

Sufrir acoso escolar.

Sobrecarga de deberes.

Falta de habilidades físicas.

 

Ámbito social 

Falta de habilidades sociales para generar nuevas amistades.

Cambios corporales.

Tener pensamientos negativos hacia ellos mismos.

Problemas con los amigos.

 

¿Cuáles son los síntomas principales de estrés no resuelto en los niños?

En muchas ocasiones los propios niños no son conscientes de que están estresados, por tanto son los padres los que deben estar alerta para detectar cualquier indicio de estrés.

Entre los síntomas físicos más comunes de estrés infantil podemos destacar:

  • Disminución del apetito y otros cambios en los hábitos alimentarios
  • Dolor de cabeza 
  • Empezar a mojar la cama o hacerlo frecuentemente
  • Pesadillas 
  • Alteraciones en el sueño
  • Molestia estomacal o dolor de estómago
  • Otros síntomas físicos sin ninguna enfermedad física.

Además de lo síntomas físicos también encontramos una serie de síntomas más relacionados con las emociones y con el propio comportamiento:

  • Ansiedad o preocupaciones
  • Incapacidad de relajarse
  • Miedos nuevos o recurrentes (miedo a la oscuridad, a estar solo o a los extraños)
  • Aferrarse al adulto, no querer perderlo de vista
  • Rabia, llanto o gimoteo
  • Incapacidad para controlar sus emociones
  • Comportamiento agresivo o terco
  • Regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores
  • Renuencia a participar en actividades familiares o escolares

¿Qué pueden hacer los padres si detectan estrés en sus hijos?

Dedícale más atención a tu hijo: El ritmo acelerado de la sociedad de hoy en día, en la que suele ser común que ambos progenitores trabajen, puede hacer que no se le dedique el tiempo suficiente a los hijos. Es necesario hacer un esfuerzo para pasar tiempo de calidad con ellos y que se sientan escuchados y protegidos.

Empieza el día con calma y sin correr: Un agradable desayuno en familia es una manera estupenda de comenzar el día. Si es necesario podéis adelantar un poco el despertador y levantaros un poquito antes.

Conviértete en un modelo para ellos: Nuestros hijos nos imitan, tanto para lo bueno como para lo malo. Si reflejas tranquilidad y calma, tu hijo también la reflejará. Si por el contrario transmites inquietud y estrés, tu hijo también lo captará.

Enseña a tu hijo a relajarse: Cada vez es más común enseñar a meditar a los más pequeños, tanto en la propia escuela como en el hogar. La meditación constante es algo que ha demostrado ser muy beneficioso para los adultos, entonces ¿por qué no lo va a ser también para los más pequeños?