No es fácil aceptar aquello que no nos gusta o que no se corresponde con nuestras expectativas. La diferencia entre la realidad y nuestras expectativas suele convertirse con frecuencia en la fuente de nuestro sufrimiento.

Desear que las cosas sean distintas a como son en realidad nos hace sufrir de forma inutil a debido al estado emocional negativo en el que nos sumergimos, más allá de las consecuencias reales del problema en cuestión. 

 

¿Qué es la aceptación?

La aceptación es la capacidad para aceptar nuestra realidad y las cosas que nos suceden sin pretender cambiarlas y sin intentar pelear contra aquello que escapa de nuestro control. 

Aceptar una situación determinada no es resignarse, ya que dentro de la resignación sigue existiendo una lucha interna por cambiar la situación que estamos viviendo, y es precisamente esa lucha la que genera el sufrimiento. 

Una primera diferencia entre aceptación y resignación puede estar en el grado de control que le atribuimos a ese suceso. Una persona que acepta algo delega todo el control porque en su interior es perfectamente consciente de que se trata de algo que no puede controlar y por lo tanto es inútil seguir luchando.

Sin embargo la resignación es una aceptación con un componente emocional negativo. La persona que se resigna a una situación sigue luchando, de manera más o menos visible, por cambiarla y esta lucha desencadena sufrimiento.

En la aceptación existe un proceso de tolerancia, voluntad y adaptación a la nueva situación. Además también existe un componente importante de aprendizaje que nos permitirá adaptarnos y responder mejor a situaciones similares a las que nos volvamos a enfrentar en el futuro.

 

La insatisfacción crónica 

Diversos estudios han demostrado que no somos muy precisos a la hora de estimar las reacciones emocionales que nos producirán determinadas situaciones, tanto negativas como positivas. Y lo que realmente ocurre es que no nos sentiremos tan tristes cuando nos ocurra algo negativo ni tan felices cuando nos ocurra algo positivo.

El problema de esto es que si nada nos satisface como pensamos, podemos pasarnos la vida esperando un futuro idílico en el que seremos más felices, y ese futuro nunca acabará llegando.

Creemos que seremos verdaderamente felices cuando tengamos ese trabajo, cuando nos compremos ese coche, cuando nos casemos, cuando tengamos hijos, cuando nuestros hijos se independicen…y así vamos posponiendo nuestra felicidad hasta que no nos queden más días sobre los que proyectar nuestro futuro.

Como consecuencia de lo anterior vivimos con una gran frustración e incluso ansiedad por seguir peleando para conseguir aquello que aún no hemos alcanzado.

Es necesario comprender que en gran medida la frustración depende de las expectativas que tenemos sobre una determinada situación. Si nuestras expectativas sobre algo son irreales o están sobredimensionadas, es normal que luego nos sintamos frustrados e insatisfechos al no cumplirse nuestras expectativas. 

Veamos a continuación algunos consejos que te permitirán empezar a aceptar la realidad tal y como es.

 

Cómo aceptar la realidad y dejar de luchar

 

Deja de juzgar

Juzgar algo de lo que quieres librarte es la mejor manera de conservarlo. Esto es otra manera de decir que aquello a lo que se resiste, persiste. Cuanta más lucha y queja tengas, más crecerá el vínculo sobre aquello que estás rechazando.

Por el contrario, cuando dejas de juzgar y aceptas algo con todos sus matices, tanto positivos como negativos, es entonces cuando se produce la magia, la lucha desaparece y se liman las aristas de ese problema que te parecía tan complicado de resolver.

Es necesario aprender e interiorizar el hábito de dejar de juzgar, tanto lo bueno como lo malo, y aceptarlo tal y como es sin etiquetarlo y sin emitir juicios.

 

Busca soluciones

Quedarte anclado en la queja y el reproche no va a cambiar tu situación sino todo lo contrario. Es importante aprender de la situación que estás viviendo y buscar soluciones adaptativas que te permitan seguir mejorando y creciendo como persona.

No confundas la búsqueda de soluciones con no aceptar la situación que estás viviendo. Son cosas distintas. Cuando buscas soluciones lo haces desde la mente creativa, la que no se queja, la que ve más allá de cualquier juicio y la que quiere aprender de la situación para hacerlo mejor en el futuro. 

Por el contrario, cuando no aceptas te inmovilizas, dejas de lado cualquier intento por encontrar soluciones y te quedas anclado en el reproche y el sufrimiento.

 

Renuncia a la perfección

La búsqueda continua e incesante de la perfección es uno de los principales ingredientes de la insatisfacción. Sin embargo, cuando aceptamos que no somos perfectos y que no siempre las cosas nos van a salir como nos gustaría, comenzamos a apreciar más la vida y a disfrutar de relaciones más auténticas y profundas.

Photo by Giulia Bertelli on Unsplash