En este artículo vamos a hablar de la emoción de la ira, sus características y desencadenantes y lo más importante: vamos a desarrollar claves que te van a ayudar a gestionar tu ira.
¿Qué es la ira y cuáles son sus características?
La ira es una emoción que surge cuando alguien se somete a situaciones que le resultan aversivas o le producen frustración. En este sentido, la ira forma parte de las llamadas “emociones negativas”. Se trata de una emoción básica y universal ya que cualquier ser humano sano puede llegar a experimentarla y además contribuye a nuestra supervivencia y adaptación al entorno.
Es una emoción que nos empuja a la acción e interrumpe de manera momentánea cualquier proceso cognitivo que estuviera en curso. La ira nos impulsa a centrar la atención en el desencadenante de la misma con el objetivo de defendernos antes situaciones que puedan comprometer la integridad física o la autoestima.
Desde un punto de vista adaptativo, la ira funciona como una herramienta muy útil que nos permite desarrollar planes de acción y defensa para contraatacar aquello que nos está haciendo daño y devolvernos a nuestro estado habitual.
En este sentido, la ira nos puede ofrecer la energía suficiente para interactuar con el medio sin necesidad de llegar a la agresividad. El problema surge cuando desde la ira emitimos conductas poco adaptativas y desproporcionadas, por ello es importante conocer las claves para gestionar la ira.
¿Cuáles son los desencadenantes de la ira?
Como comentábamos anteriormente, existen dos desencadenantes principales de la emoción de la ira:
Situaciones Frustrantes
No poder acceder a una meta: La ira se focaliza sobre el factor que nos impide la consecución de nuestros objetivos.
Transgresión de normas y derechos: La ira se manifiesta cuando asistimos como espectadores a cualquier injusticia social o a la vulneración de las normas éticas.
Ausencia de recompensa: La ira puede aparecer cuando no recibimos la recompensa esperada tras haber realizado una determinada conducta.
Situaciones Aversivas
Cualquier experiencia que no podemos evitar y que además es desagradable sensorialmente: calor, ruido, dolor, etc.
Estos desencadenantes suelen ser universales porque están muy asociados a nuestra supervivencia y bienestar. Sin embargo son realmente las características individuales de las personas, su personalidad y sus pensamientos, las que hacen que una determinada situación pueda llegar a desembocar en la emoción de la ira. En este sentido más que hablar de situaciones “objetivas” es más acertado referirnos a los pensamientos asociados a ellas.
Claves para controlar y gestionar la ira
Existen algunas herramientas y claves para aprender a gestionar y regular la emoción de la ira cuando nos sobrepasa:
Aprende a relajarte
Las prácticas meditativas como el mindfulness y la focalización en el aquí y el ahora son unas herramientas fantásticas para conseguir una adecuada regulación emocional.
La atención en la respiración y la observación de nuestros pensamientos en “modo espectador” nos permitirán responder de un modo menos automático e impulsivo ante diversas situaciones que podrían despertar nuestra ira
Identifica qué es aquello que ha despertado tu ira
Esto puede parecer algo de sentido común, pero en ocasiones el verdadero motivo que despierta nuestra ira no resulta tan sencillo de identificar.
Piensa en el ejemplo de alguien que llega cansado y estresado a casa después de un día de mucho trabajo y ante el mínimo contratiempo de sus hijos (no querer terminarse la cena), esta persona pierde los papeles y aparece la ira.
Alguien que estuviera viendo esa escena podría pensar que es la cena lo que ha originado la ira, pero realmente es consecuencia de una situación laboral de mucho estrés mantenida en el tiempo.